Existe una tendencia general de que a medida que envejecemos, nuestra percepción de nosotros mismos corresponde a personas hasta quince años más jóvenes. Ayer me contaron un chiste.

Una señora, Alicia, estaba sentada en la sala de espera del dentista para su primera consulta con él, ve un diploma con su nombre completo colgado en la pared. De repente recuerda a un chico alto, guapo, de cabello negro que tenía el mismo nombre y que estaba en su clase en la escuela hace 30 años. ¿Podría ser el mismo chico del que estaba enamorada en secreto?

Cuando lo vio, lo descartó: tenía frente a él a un hombre calvo, gordo, con actitud gestual de anciano, con el rostro lleno de arrugas. No parecía posible que él fuera su compañero. Entonces, para despejar dudas, preguntó: ¿fuiste a la escuela Santa Rita? ¡Sí! ¡Sí!. El dentista sonrió con orgullo.

¡Y tú estabas en mi clase! Alicia dijo. El tipo pregunta naturalmente: “¿Y qué me enseñaste, maestro???”. Que casi la matas. Vio a su compañera de clase como una anciana. Imposible haber compartido clase con ella. El mismo sentimiento que ella tenía hacia él.

La autopercepción es un aspecto fundamental en la vida de las personas, y en el caso de las personas mayores adquiere especial relevancia. A medida que envejecemos, nuestra visión de nosotros mismos cambia y evoluciona, ¡hasta que deja de evolucionar! Nos negamos a cumplir más años, en un momento determinado. Por eso mi tía, con 92 años, dice que vive muy bien en su residencia, ¡aunque está llena de viejitas! Ella no es percibida, siendo la mayor, como una de ellas.

La autopercepción plantea tanto desafíos como oportunidades para el campo del marketing, ya que comprender cómo se perciben las personas mayores condiciona la forma en que los productos, servicios y mensajes de marketing conectan con las personas.

A medida que las personas envejecen, con suerte, es común que enfrentemos cambios significativos en la vida, tanto física como emocionalmente. La salud decae, la jubilación (y el estrés que paradójicamente trae consigo), la pérdida de seres queridos y la redefinición de roles sociales condicionan cómo las personas mayores se ven a sí mismas y cómo se perciben en relación con su entorno. Algunos pueden experimentar una disminución de la autoestima, mientras que otros pueden abrazar su edad y valorar su experiencia y sabiduría. Se sabe que hay una punta de felicidad a partir de los años sesenta.

Es importante evitar caer en la discriminación por edad y los estereotipos negativos relacionados con el envejecimiento, evitar la absurda presión social y cultural de mantener una apariencia juvenil y afectar negativamente la autopercepción de las personas mayores. Hay que destacar los aspectos positivos, como la experiencia, la independencia, la vitalidad y el bienestar emocional y el empoderamiento de las personas mayores, contribuyendo a redefinir la narrativa del envejecimiento.

Pero lo cierto es que cuando a veces vemos mensajes supuestamente dirigidos a septuagenarios y se utilizan modelos cuarentones o cincuentones con canas, ¡tiene su lógica! Si pones a personas de 70 años, ¡las de 90 están representadas!

Vender a cincuentones, proyectar cuarentones… y así. Nadie, en su mente, tiene más de setenta años.

Con información de Digiday

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