Todos los que nos dedicamos a algo relacionado con la creatividad hemos tenido, hemos tenido o tendremos algún Frankenstein. ¿Pero a qué me refiero? ¿Qué es un Frankenstein en creatividad? A ver si te suena esta historia…

Tienes tu diseño terminado, llámalo X: sitio web, creatividad, banner, etc. Has pasado horas a nivel de píxeles para terminar y perfeccionar tu creación. Y eres feliz. Satisfecho.

Es entonces cuando tu “pequeño” está listo para salir al mundo exterior, para pasar la larga cadena de validaciones internas antes de ver la luz. Entonces presentas tu trabajo y lo envías a comentario colectivo. Y es entonces cuando empiezas a hacer malabares para encajar todas esas opiniones, que no compartes, pero debes integrar.

parte de eso comentario es valioso y necesario, y lo más importante, fácil de alinear con el resto de variables creativas sin diluir la esencia del proyecto. Pero hay otras alteraciones que, solas o yuxtapuestas al resto de sugerencias realizadas por otras personas, acaban modificando el sentido general de la obra, desvirtuándola y restándole unidad. Opiniones que se traducen en matices que hacen que tu creación no sea tu creación. Y menos aún, un producto coherente.

Realmente no sabes lo que pasó. Tu diseño es un labor de retazos de opiniones que ya no eres capaz de reconocer y menos aún defender. Cualquier parecido con el original es pura coincidencia. No entiendes cómo pudo haber sucedido, pero tu comercio electrónico Es como ese yeso donde todos firman cuando un amigo se rompe el brazo. No entenderás por qué, pero tu sitio web, que lucía impecable en la fase 1, ahora tiene la interfaz limpia de una máquina tragamonedas porque nadie ha querido entender la simple regla de que cuando todo quiere destacar, nada realmente destaca. .

Lo peor de todo es la falta de coherencia. Un día te preguntan el motivo de tal o cual cosa relacionada con él y no sabes qué decir. Te has limitado a encajar como has podido las opiniones inconexas de quien tenía derecho a opinar, reajustando tu trabajo innumerables veces para que no perdiera sentido, pero ya muy alejado de tu idea creativa original. Con voz débil os convertís en portavoces de todos los formadores de opinión cuyas sugerencias cristalizaron en vuestro trabajo, pero no sois capaces de llevar ese debate a buen puerto porque ni sois ellos ni estabais tan convencidos de integrar esa opinión. Lo que realmente quieres decir es: no sé, yo tampoco estuve de acuerdo en aceptar eso, pregúntale a Alberto, eso es lo suyo.

Nuevamente, cuando el comentario Aplicado correctamente, constituye una poderosa herramienta que proporciona la perspectiva y objetividad necesarias en cualquier proyecto de comunicación e integra a la perfección los valiosos aportes de las diferentes áreas del conocimiento. Pero para que no se convierta en verdugo conviene seguir algunas reglas; restringir el feedback técnico a expertos, asegurar la unidad del trabajo o abrazar la jerarquía como brújula para filtrar contenidos asumiendo las limitaciones de espacio del diseño son sólo algunas de ellas.

Así, un Frankenstein es evidencia de lo necesaria que es una dirección creativa robusta y centralizada en cualquier campo artístico para servir piezas coherentes y unificadas. Un Frankenstein es un ejemplo de lo peligroso que es integrar a la fuerza las visiones heterogéneas de todos en una misma pieza creativa, lo que resulta en que el proyecto sea un crisol de opiniones sin identidad, unidad o significado.

Con información de Digiday

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