La semana pasada, Google anunció un “enfoque actualizado” de sus planes anteriores para eliminar la compatibilidad con cookies de terceros en su navegador web Chrome, una medida que interrumpió cuatro años de preparación entre sus pares de la industria.
La propuesta anterior de eliminar de Chrome las cookies de terceros (el tejido conectivo de la industria publicitaria en línea de 225 mil millones de dólares) reflejó la decisión anterior de Apple de hacer lo mismo en su navegador web Safari.
Sin embargo, Google Chrome es fácilmente el navegador más popular de la web, y su pila de anuncios es un pilar central de la Internet financiada con publicidad, por lo que el enfoque de Google tuvo que diferir de los métodos unilaterales de Apple.
La sola mención de “protección de seguimiento inteligente” genera la ira de los editores en línea. Desde 2017, la erosión del soporte para cookies de terceros ha reducido significativamente los precios de los anuncios que pueden obtener desde Safari a pesar de los intentos posteriores de actualizar las tecnologías relevantes.
Por lo tanto, Privacy Sandbox fue un subproducto del enfoque (comparativamente) más colegiado de Google, ya que equipos separados dentro de la corporación intentaron equilibrar las preocupaciones de privacidad con el panorama competitivo más amplio y sus propios intereses comerciales.
Sin embargo, el titubeante lanzamiento de Privacy Sandbox reflejó las dificultades involucradas. Los terceros fueronentre otras preocupaciones, desconfía de los términos legales necesarios para jugar en Google-contambiente rodado.
Las medidas involucradas con Privacy Sandbox también proponían migrar el papel tradicional del servidor de anuncios y la plataforma de oferta en las subastas de anuncios al navegador web, un desarrollo que dio lugar a acusaciones de autopreferencia por parte de Google.
Tras el anuncio del 22 de julio, los ejecutivos de Google están discutiendo este giro con los reguladores, incluida la Autoridad de Mercados y Competencia (CMA) del Reino Unido y la Oficina del Comisionado de Información (ICO).
Por ahora, los detalles sobre lo que esto realmente significa siguen siendo escasos y no hay un cronograma definitivo a la vista para que Google implemente su “nueva experiencia en Chrome” que permite a los usuarios tomar decisiones informadas durante la navegación web.
En medio de la angustia –caracterizada por planes de inversión pausados, hojas de ruta de productos desarraigados e innumerables notas emitidas a clientes en pánico– están creciendo las voces que exigen medidas más fundamentales, a saber, la intervención gubernamental.
Según múltiples fuentes, los partidos señalan legislación como la Ley de Mercados Digitales de la UE, la Ley de Consumidores, Competencia y Mercados Digitales del Reino Unido, o organismos como la Comisión Federal de Comunicaciones como herramientas para implementar tales llamados.
Cuando los ecosistemas se alejan de los estándares abiertos… eso requiere algún tipo de regulación pública
Anthony Katsur, laboratorio tecnológico de IAB
El argumento central de estos partidos es que Internet es ahora un mercado maduro y tan fundamental para la economía global que debería regularse como otros sectores verticales de la industria, como la electricidad, las telecomunicaciones o los proveedores de agua.
Con este argumento, el grupo de presión Movimiento por una Web Abierta pide la “desintegración” de los navegadores web de empresas como Apple con Safari y Google Chrome, que tienen una cuota de mercado respectiva del 33% y el 52%, argumentando que agrupar servicios propietarios dentro de dichos portales a Internet.
“Debemos separar la funcionalidad principal de los navegadores (que proporcionan acceso a la web) de otros servicios auxiliares que pueblan la web”, sostiene James Rosewell, cofundador de Movement for an Open Web. “La propiedad de la navegación debe estar estrictamente separada de la prestación de esos servicios para evitar el tipo de integración vertical que ha permitido la estructura dominante actual”.
El grupo de presión, que afirma representar los intereses de empresas privadas y sin fines de lucro, propone la creación de un conjunto regulado de niveles de provisión, con énfasis en proteger la interoperabilidad en la web abierta.
“La primera capa de funcionalidad serían los ‘motores de navegador’ que se adhieren a un estricto conjunto de estándares técnicos para la interoperabilidad y cuya propiedad está separada de otras partes de la pila”, añadió Rosewell. “Estos motores de navegador proporcionarían conectores API para servicios de complementos ‘componentes’ proporcionados por jugadores de la competencia, por ejemplo, búsqueda, autenticación de identificación, inteligencia artificial, pagos y más”.
Víctimas de ‘la guerra de los navegadores 2.0’
Hablando con Digiday después del anuncio de Google del 22 de julio, Anthony Katsur, director ejecutivo de IAB Tech Lab, enfatizó que su organización tiene la responsabilidad de establecer un consenso sobre los estándares de tecnología en línea.
“Rara vez intervenimos en cuestiones de política. Sin embargo, en este tema, creo que los navegadores podrían regularse como una utilidad pública; Internet en sí está construido sobre la base de la interoperabilidad”, añadió, calificando las actuales maniobras entre Apple y Google –mediante las cuales intercambian golpes pregonando virtudes contrastantes de elección y privacidad– como “las nuevas guerras de los navegadores”.
La principal víctima de estas disputas han sido los estándares abiertos como el Protocolo de transferencia de hipertexto (HTTP), que se establecieron para impulsar Internet en su fase inicial de desarrollo, lo que significa que los terceros que intentan competir en dichos entornos están en desventaja.
“Cuando los ecosistemas se alejan de los estándares abiertos, y ya sea en nombre de la privacidad del consumidor o no, creo que eso rompe las industrias, creo que eso rompe las economías… eso requiere alguna forma de regulación pública”, argumentó Katsur.
Ari Paparo, director ejecutivo de Marketecture, afirmó que la regulación de Internet para todos los navegadores de Internet, como Chrome, Safari, Microsoft Edge o Firefox de Mozilla, podría contrarrestar la forma en que partes como Apple utilizan los principios de la legislación de la Ley No Seguirme en Línea. 2011, o GDPR, para socavar los modelos comerciales de terceros, incluidos los editores.
“Simplemente no tiene mucho sentido que esto no esté regulado”, añadió. “Parece que debería haber un estándar para que cualquier empresa de tecnología que cree una experiencia similar a la navegación tenga pautas claras sobre lo que puede y no puede hacer… se alinearía con la forma en que se regulan los dispositivos electrónicos”.
Con información de Digiday
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