En esta ocasión no me han encargado explorar ninguna tendencia específica desde una perspectiva crítica; Me han concedido total libertad. Así que, para suerte de todos, me he dado un breve descanso de la inteligencia artificial para dedicar un humilde, agradecido y humanista homenaje a la publicidad, la mejor profesión del mundo.

Advierto que las palabras que siguen están impregnadas del mayor sesgo posible. Entiendo que, si un farmacéutico, un profesor de autoescuela o un carpintero lee estas líneas, considere que la mejor profesión del mundo es la suya. Seguramente están llenos de razones, y, sobre todo, tienen todo el derecho a equivocarse ;).

Nací el Día de la Publicidad en 1980. Cuando apenas tenía 5 o 6 años, más por ayudar en casa que por vocación, tuve mis primeros encuentros con la industria. Participé en algunos anuncios de televisión (recuerdo con mucho cariño uno de Renfe) y en varios catálogos de El Corte Inglés y Galerías Preciados. De todo eso guardo poco; En aquel entonces no se conservaba como ahora.

Lo que sí conservo son experiencias: las largas esperas de los castings, el olor de los decorados, la potencia de las luces, las cámaras… y la maravillosa abuela de aquel chico rubio que siempre era elegido antes que yo porque era el visible. rostro. desde un lugar de Kellogg’s. Y, por supuesto, recuerdo a mi madre. Siempre a mi lado.

Mi primera experiencia como publicista fue como anunciante, más cerca del producto y el precio que de la publicidad. A esto le siguieron 4 agencias en 17 años. No hay muchos según la norma de la industria, pero tuve el privilegio de pasar más de 12 años en el mejor. (Ya advertí sobre el sesgo).

Desde esta experiencia quiero rendir homenaje a vosotros, los publicistas. He tenido el privilegio de trabajar con algunos de los mejores. Unos cuantos reconocidos y otros no los suficientes, pero todos ellos con la capacidad de sorprenderme constantemente. Con la capacidad de hacerme sentir esa sensación única cuando llegas a algo realmente brillante que te hace exclamar “joder, qué bueno”.

Mi homenaje a las agencias, productoras, estudios, boutiques,… Todos ellos diferentes pero idénticos en esencia. Las agencias, que es lo que mejor conozco, son lugares peculiares. Espacios de diversidad cargados de energía, optimismo e inspiración. Lugares que atraen y donde te gusta estar. Donde suceden muchas cosas que se viven de forma muy intensa, y donde se encuentran personas intelectualmente estimulantes que, en algunas ocasiones, se convierten en amigos para toda la vida.

Y esto sucede, quizás, gracias al espíritu colectivo de la profesión. Una cadena de valor formada por especialistas que dependen unos de otros, ya que cada uno aporta algo único y esencial al proceso. Esta característica nos distingue de otras profesiones que carecen de este nivel de interdependencia, que tienden a simplificar la publicidad en términos individuales, cuando la verdadera riqueza y eficacia se encuentran en la colaboración y el esfuerzo colectivo.

En este sentido comparte similitudes con un equipo de cualquier deporte, ya que se generan dinámicas y vínculos similares. Y, como consecuencia, podríamos afirmar que el equipo de fútbol de una agencia es el máximo exponente del compañerismo.

Para ello, la juventud es un atributo imprescindible. No importa cuántos años pasen, siempre se conserva un punto de frescura diferencial. Probablemente esto se deba a que la edad promedio de una agencia es baja, lo que obliga a los menos jóvenes a mantenerse actualizados, lo quieran o no. Esta diversidad y juventud espiritual pueden explicar, hasta cierto punto, la incansable capacidad de las agencias para adoptar innovaciones y tendencias y, en última instancia, liderar el cambio.

Mi homenaje a la publicidad, que ha experimentado una notable evolución trascendiendo su papel inicial de mero reflejo de la sociedad para convertirse en agente activo en la construcción de un mundo mejor. Hemos pasado de la explotación de estereotipos a la creación de narrativas que promueven la igualdad y la diversidad, entre otras cosas. Compartimos con otras profesiones la herramienta más poderosa del mundo y asumimos la responsabilidad de utilizarla conscientemente para contribuir a la sociedad.

Y, por supuesto, mi homenaje a los anunciantes. Las bujías de este motor W12 que es industria publicitaria (qué poco nos queda para recurrir a este tipo de analogías). Si me permites darte un breve Hoy les pido, por favor, que nunca dejen de creer en la creatividad.

Si eres estudiante o estás dando tus primeros pasos en la profesión te diré que también hay cientos de cosas que deberíamos cambiar y mejorar. Y lo haremos porque somos críticos y porque todo lo que amamos es criticado, a veces incluso con dureza. Pero hoy no es el momento, para eso ya tenemos los 364 días del año. Hoy sólo pretendía ser un homenaje humilde, agradecido y humanista a la publicidad, la mejor profesión del mundo.

Con información de Digiday

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