Brave, un navegador web centrado en la privacidad, ha sido criticado por supuestamente vender datos con derechos de autor para entrenar modelos de inteligencia artificial.

Esto ha provocado debates sobre el uso ético de los datos y la necesidad de transparencia.

Un artículo de Alex Ivanovs de Stack Diary sacó a la luz las acusaciones contra Brave.

Ivanovs expresó su preocupación de que Brave pueda estar recopilando y vendiendo datos de usuarios sin permiso a empresas que desarrollan sistemas de IA.

Aunque Brave promociona sólidas protecciones de privacidad, su supuesta venta de material con derechos de autor para capacitación en IA plantea preguntas sobre prácticas de datos que pueden violar la confianza del usuario y las expectativas de privacidad.

La controversia que se está gestando destaca las tensiones en torno al uso de datos personales para mejorar las capacidades de la IA frente al respeto por la privacidad de los datos y los derechos de propiedad. Subraya la necesidad de una comunicación clara y el consentimiento del usuario con respecto a compartir su información.

La situación pone en duda si Brave realmente prioriza la privacidad del usuario y el control de datos, como se afirma.

Desempacando las acusaciones

Ivanovs afirmó que Brave permite el acceso a contenido con derechos de autor a través de su API Brave Search, lo que permite que terceros usen estos datos para el entrenamiento de IA sin la licencia adecuada.

Argumentó que la falta de consideración de Brave por los derechos de autor y la monetización del acceso a los datos son prácticas éticamente cuestionables.

Ivanovs escribe:

“Brave te permite ingerir material protegido por derechos de autor a través de su API Brave Search, a la que también te asignan ‘derechos’”.

Respuesta de valiente

Las acusaciones llevaron a Josep M. Pujol, jefe de búsqueda de Brave, a defender la actuación de la empresa. Pujol dijo que los problemas de derechos estaban relacionados con los resultados del motor de búsqueda de Brave, no con el contenido en sí.

Pujol explica:

“Brave Search tiene derecho a monetizar y poner términos de servicio en la salida de su motor de búsqueda”.

Pujol también afirmó que todos los datos suministrados se atribuyen siempre a la URL del contenido.

La investigación

Ivanovs señaló que Brave Search proporciona extensos “fragmentos alternativos adicionales” similares a los fragmentos destacados de Google. Cuestionó si estos fragmentos largos, que van de 150 a 260 palabras, cumplen con los principios de derechos de autor de uso justo.

Además, Ivanovs criticó a Brave por no revelar detalles sobre su rastreador web, que indexa el contenido del sitio web. Argumentó que esto evita que los propietarios de sitios web impidan que Brave venda potencialmente su contenido.

Brave respondió que su rastreador respeta los sitios web estándar de robots.txt que se usan para controlar los rastreadores.

Las implicaciones

Al cerrar su informe, Ivanovs señaló que las consecuencias de las prácticas de Brave se extienden más allá del propio motor de búsqueda.

Expresó su preocupación por la posibilidad de que el sistema pudiera ser mal utilizado y la ambigüedad que rodea la legalidad de los métodos de Brave.

Además, cuestionó la postura de Brave de que, como motor de búsqueda, tiene derecho a raspar y revender datos palabra por palabra.

Ivanovs advierte:

“No veo un mundo en el que no se pueda abusar de esto”.

A partir de ahora, el debate continúa.

Este problema genera preguntas importantes sobre la aplicación ética de los datos, la obtención de dinero a partir del contenido de otros y el nivel de apertura mostrado por las principales empresas de tecnología.

La industria de la tecnología seguirá de cerca estas conversaciones a medida que evolucionen.


Con información de Search Engine Journal.

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